APPENDICE

Contes, mythes et légendes yaqui

La primera fiesta. El origen de las fiestas.

Yomumuli era un cazador que vivía cerca del pueblo de Huírivis. Era un hombre viejo, y tenía dos hijos gemelos que se llamaban Yomumulim. Un dia el viejo, caminando por el monte, oyó el sonido de un tambor. A pesar de que se acercó donde se escuchaba el tambor, a pesar de que hizo un esfuerzo por encontrar al músico, no pudo ver nada. En esos días, nadie conocía los tambores, ni las pascolas. Así que Yomumuli estaba escuchando el primer tambor en la tierra de los yaquis. Ai dia siguiente regresó al mismo sitio y el tamborilero tocó una canción muy bonita. Yomumuli, que estaba encantado con la música, buscó al músico, pero no lo encontró. Regresó a su huerto y habló de esto a sus gemelos, Yomumulim. Estos dos niños eran muy obedientes. Su padre les dijo : « Regresen al lugar donde estuvimos hace cuatro días, cerca de una pila de espinas. Ahí no sé exactamente dónde, puede escucharse una cosa hermosa que hizo alegrar mi corazón. Vayan entonces, para ver si también pueden oírlo. Pero no se acerquen a las espinas ». Los gemelos Yomumulim fueron al monte. Cuando llegaron al lugar, el tambor estaba tocando las piezas más bellas. Los Yomumulim escucharon. El tamborilero terminó, y, detrás del montón de espinas, que eran de cholla, mesquite y piraya, apareció toli. Toli es una especie de rata que a veces es llamada bwiya toli porque vive bajo una pila de espinas de cactus que le sirve como nido.

Toli salió, saludando a los gemelos, dijo « Vengan a mi casa ». « Gracias, pero no podemos porque nuestro padre nos ordenó no acercarnos más a esas espinas ».

« ¿Y qué más les dijo su padre? », preguntó bwiya toli. « Bien, nuestro padre nos envió para oír ese sonido que sale de tu casa ».

« Bien, eso se llama tambor », dijo bwiya toli mostrándoselo. « Y esto se llama flauta » dijo mostrándoles una flauta de carrizo.

« Ah, sí gracias » dijeron los Yomumulim. Cuando llegaron a casa contaron esto a su padre, Yomumuli. Unos días después, nuestra madre Eva llegó a casa de Yomumuli. Le dijo al viejo « Desde ahora habrá fiestas religiosas. Desde ahora tú eres el moro yaut. Tus hijos harán cohetes. Mañana debes ir a ver a bwiya toli y decirle que tendrán una fiesta y que debe venir a tocar. Después de eso, ve con el Diablo y que venga a bailar pascola. « Yomumuli hizo todo eso. Bwiya toli aceptó presentarse con su tambor y su flauta, pero el viejo Satán dijo : « No iré a bailar, en cambio enviaré a mi hijo. « El Diablo dijo a su hijo « Debes ir a la fiesta y hacer cosas divertidas para hacer reír a todos los yaquis. Pero hay una cosa : van a darte tres cohetes para quemar. No quiero que los enciendas ». « Muy bien » dijo el diablito, y se fue a la fiesta. Tan pronto como llegó le dieron tres cohetes « No puedo encenderlos », dijo. « ¿Y por qué no? » dijo el fiestero. « Mi padre no quiere que lo haga ». « Bueno, ahora eres un pascola, y es obligación de los pascolas quemar cohetes ».

Los cohetes son sagrados y se queman a la hora de la oración. Quemándolos, el Diablo y los otros espíritus malos huyen de las cosas santas. « Por esta razón, el Diablo dijo a su hijo « No quemes cohetes ». El Diablo quería ver a su hijo bailar pascola, así que estaba escondido detrás de unas ramas. Cuando le dieron lo s cohetes al diablito, los quemó y los lanzó directo hacia el viejo Satán. Satán corrió tan rápido como un pájaro. A las primeras horas del amanecer, regresó, pero otra vez quemaron cohetes y tuvo que huir. Desde entonces, el Diablo no puede asistir a las fiestas.

Bien, de esta manera, Yomumuli descubrió el primer tambor y flauta, los de bwiya toli quien hizo la primera fiesta.

(Giddings, R. W., 1959 : 58-59)

Bobok. El origen de la lluvia.

En tiempos antiguos, en la región yaqui, el agua escaseó por un gran periodo de tiempo. Los yaquis sufrían una sed que los devastaba. Los ojos de agua se secaron. Los yaquis hicieron pozos y no encontraron agua. Las rocas parecían carbones. Toda la región yaqui se quemaba por la falta de agua. Los Indios apaciguaban su sed con algunas plantas semi-verdes. Por esa necesidad, intentaron enviar un mensaje a Yuku, el rey de la Lluvia. Primero, le ordenaron al gorrión. Fue directo al rey de la Lluvia. Después de saludarlo de parte de los ocho pueblos, el gorrión dijo a Yuku : « Me ordenaron te pi­diera el favor de la lluvia ».

A esto respondió el rey, diciendo : « Con gusto. Vete sin preocupación. Dile a tus jefes que habrá lluvia ». El gorrión descendió a la velocidad de una centella. Pero antes de llegar con los yaquis, el mundo se llenó de nubes. Comenzaron los rayos. Un huracán alcanzó al gorrión. El agua, por tanto, nunca llegó a la tierra yaqui.

Viendo que el gorrión no regresaba, los yaquis ordenaron a la golondrina realizar la misma misión. La golondrina voló donde el rey de la Lluvia, suplicándole de parte de sus jefes que les enviara una poca de agua, porque los yaquis morían de hambre. El rey respondió de buen humor : « Ve sin preocupación con tus jefes. Atrás de ti, llegará la lluvia ».

La golondrina voló de regreso, pero al igual que el gorrión, fue destruida por el rayo y el viento. Ni ella ni una gota de lluvia llegaron a la tierra yaqui.

Entonces, los líderes de la tribu, desesperados, no sabían a quién enviar, hasta que se acordaron del sapo. Trataron de localizarlo y finalmente supieron dónde estaba. El sapo estaba en un lugar llamado Bahkwam, que significa « Laguna » y que ahora es el pueblo de Bácum. Ahí encontraron al sapo, Bobok.

Le dijeron que fuera a una junta en un lugar cercano a Vicam. Ahí se encontraron los líderes principales de los ocho pueblos. El sapo se presentó y le dijeron : « Debes ir con el Dios de la Lluvia y rogar por la lluvia para todos nosotros ».

« Muy bien » dijo el sapo. « Con su permiso me retiraré para alistarme para mi viaje de mañana. Espérenos a mi y a la lluvia. « Se fue a la laguna Bahkwam y visitó a un amigo que era mago quien lo convirtió en murciélago. El pidió prestadas unas alas de murciélago.

Al día siguiente, Bobok voló hacia las nubes y encontró al rey de la Lluvia. Después de saludarlo de parte de sus jefes, Bobok dijo : « Señor, no trate tan mal a los yaquis. Envíenos una poca de agua para beber, porque morimos de sed ».

« Muy bien » respondió el rey de la Lluvia, « Adelante, no te preocupes, la lluvia te seguirá muy aprisa ».

Bobok fingió partir, pero realmente se metió bajo la puerta de la casa del rey de la Lluvia. Después el cielo se nubló, se vieron rayos, se oyeron truenos y comenzó a llover. La lluvia alcanzaba a la tierra pero no tocaba a Bobok. Bobok se detuvo, y empezó a correr hacia lo alto. Entonces Bobok subió más allá de la lluvia, diciendo « Kowak, kowak, kowak ».

La lluvia, oyendo al sapo, empezó a caer de nuevo. El sapo dejó de cantar, y la lluvia, pensando que el sapo estaba muerto, se calmó otra vez. Entonces Bobok empezó a cantar yendo desde la lluvia hacia la tierra. Al fin, la lluvia llegó a la región yaqui, todavía buscando al sapo para matarlo.

Llovía por toda la tierra, y de repente hubo muchos sapos, todos cantando, Bobok regresó las alas de murciélago a su amigo mago y vivió tranquilamente en su laguna, Bahkwam ».

(Giddings, R.W., 1959 : 60)

El primer fuego. El origen del fuego.

Ahora hay fuego en todas las rocas, en todas las ramas. Pero hace mucho no había fuego en el mundo, y todos los yaquis y los animales y las creaturas del mar, todo lo viviente, se reunieron en un gran concilio para comprender por qué no había fuego.

Ellos sabían que debía haber fuego en algún lugar, tal vez en el mar, quizá en alguna isla, o al otro lado del mar. Por esta razón, Bobok el Sapo, se ofreció a ir por el fuego. El cuervo se ofreció a ayudarlo y también el correcaminos y el perro.

Estos cuatro, los animales alados y el perro, quisieron ayudar. Pero Bobok el Sapo, él solo, sabía sumergirse en el agua del mar sin morir.

El Dios del Fuego no permite que nadie se lleve el fuego. Por esto, aún envía centellas y rayos a quien lleva una luz o fuego. Siempre los mata. Pero Bobok entró a la casa del Dios del Fuego y robó el fuego. Lo llevaba en su boca, viajando por el agua. Los rayos y los truenos hacían mucho ruido y provocaban muchos destellos. Pero Bobok continuó su camino, a salvo entre las aguas. Entonces se formaron pequeños remolinos de agua llena de basura y desperdicios de madera. De repente, no sólo había un sapo, sino muchos de ellos nadaban en el agua, muchos, muchos sapos. Todos cantaban llevando pedacitos de fuego. Bobok se había encontrado a sus hijos y le había dado fuego a uno, después a otro, hasta que cada uno lo tuvo. Estos llevaron el fuego a la tierra donde esperaron al perro, al correcaminos y al cuervo. Bobok dio su fuego a los que no podían entrar en el agua. El Dios del Fuego vio esto y lanzó rayos al cuervo y al correcaminos y al perro. Pero muchos sapos siguieron llegando y llevaron el fuego al mundo. Estos animales iluminaron todas las cosas del mundo. Lo pusieron en las rocas y en las ramas. Ahora los hombres pueden hacer fuego con árboles porque las ramas tienen fuego en ellas.

(Giddings, R. W., 1959 : 63)

Tukawiru.

Sabemos que todos losanimales tienen un padre, o un líder de su clase, las águillas, los zopilotes, todos. El jefe de los zopilotes se llama Tukawiru, o Zopilote Nocturno, nadie sabe dónde vive Tukawiru ni siquiera las propias aves.

Sucedió una vez que un joven entró en un juego con un tahúr, un diablo, o quizá alguien empleado por el diablo. Este jugador le ganó todo el dinero al joven. Después le ganó hasta las ropas. Cuando todo estuvo perdido para el joven, el jugador dijo : « Apostaré mil pesos a tu alma, pero no ahora, debes venir a mi casa ». « ¿Dónde vives? » « En la casa del viento ». Entonces el jugador le pidió a todos los animales que vuelan ir con él, y trataron de encontrarlo día y noche y el jugador le dijo al joven : « Ellos me buscan, ahora te llevaré a la casa del viento. Es un viaje peligroso, debes llevar en la mano unos trozos de hígado. Viajaremos por tres vientos distintos. Cada vez que crucemos uno de esos vientos debes gritar Hesuta achai (Padre Jesús) y poner un trozo de hígado en mi boca. « El joven subió al lomo de Tukawiru — porque era él — y cerró los ojos, como se lo ordenó. Volaron muy aprisa. El primer viento era muy amargo, y el joven dio al pájaro gigante un trozo de hígado. El segundo viento era apestoso, cruzaron de la misma manera y encontraron el tercero y más terrible viento, que era muy espeso. Así, desde la medianoche hasta el amanecer el joven montó en el lomo de Tukawiru.. Después de gritar « Hesuta achai » tres veces y darle de comer tres veces a Tukawiru, llegaron. El diablo se detuvo. Estaba a doscientos pies de un árbol alto. Desde ahí el joven vio una casa blanca que es la casa del viento; quien vivía ahí no era el viento, sino el amo del viento.

Tukawiru dijo : « Amigo mío, entra en la casa, ve a la cocina y mi hija te dará algo de comer ». La hija del diablo no era mala como lo eran sus hermanas y padres. Por eso, su padre la obligaba a ser su cocinera y sirvienta. Ella recibió bien al joven y él le gustó más que a su padre. Al diablo no le importaba su hija porque ella hacia cosas buenas. Tenía otras hijas a quienes amaba por sus malas intenciones. Todo estaba a favor del joven porque Jesucristo lo cuidaba, el diablo quería matarlo, pero no podía.

El sol salió para trabajar, porque todos debemos trabajar, y el diablo dijo al joven : « Hoy sembrarás la tierra » y señaló veinte acres. Era mucha tierra para sembrar y no tenía ayudante, pero la muchacha dijo : « Yo te ayudaré ». Le mostró un azadón diciendo : « Llévate este azadón al campo y dile que siembre ». El joven lo hizo y el azadón trabajó todo el día, terminando al atardecer. Al día siguiente el diablo le dijo al joven que cosechara el trigo que había sembrado, porque ya estaba maduro. De nuevo la hija del diablo aconsejó al joven, y el trigo estaba cosechado. Otro día el diablo señaló un montón de leña a cierta distancia de la casa. « Corta esa madera », ordenó. La joven dio al muchacho un hacha y la leña se cortó. Pero el diablo comenzó a sospechar de la muchacha ; al día siguiente dijo al joven : « Ahora vas a construir un templo, como los que usan los sacerdotes ; quiero ir a misa.

« Entonces, el joven, la hija del diablo y Jesucristo construyeron un templo. Entonces, la muchacha dijo al joven : « Quisiera llevarte lejos, vámonos esta noche ». La muchacha se llamaba Tosalisewa, que significa Flor Blanca.

Todas las noches sus padres acostumbraban llamarla a cada hora para saber si aún estaba ahí. Ella siempre respondía : « Aquí estoy ». Esa noche su padre la llamó y no hubo respuesta. Los dos amantes ya estaban lejos, habían cruzado los tres vientos gritando « Hesuta achai ».Llegaron a la playa donde Flor Blanca tenía un bote escon­dido en los tules. Mientras tanto el diablo los persiguió jugando womi para ir más aprisa, pateando una pelota delante de él. Cuando ci diablo llegó a la playa hizo un bote ; cuando iba a atraparlos, la chica convirtió al muchacho en renacuajo y ella se convirtió en planta acuática que se mueve suavemente y juega bajo el agua. Como el diablo no pudo atraparlos, regreso a su casa, pero la madre de Flor Blanca dijo que ella misma iría a buscarlos, y así lo hizo. La esposa de Tukawiru era aún más poderosa que su esposo. Mientras los perseguía, jugaba ochia bweha. Este es un antiguo juego yaqui jugado por las mujeres. Una pelota de madera se arroja con una canasta, y se le persigue como jugando al womi. La mujer del diablo atrapó a los dos entrando en El Yaqui pero no pudo seguirlos más lejos. Entonces la mala madre dijo a Tosalisewa que ella amaba al joven pero que a éste no le importaba. Y así fue. En Guaymas el muchacho encontró a su verdadera esposa y se olvidó de Tosalisewa.

(Giddings, R. W., 1959 : 68)

Suawaka.

En los tiempos antiguos, había serpientes de siete cabezas. Vivían al noroeste de Guaymas cerca de una colina que tiene dos salientes pequeñas ; se llama Takalaim. Las serpientes de siete cabezas también vivían en otra colina, río abajo y cerca de la plaza, llamada So’ori. La gente de esos tiempos decía que si un yaqui se casaba con una pariente, se convertiría en serpiente. Iría a la colina como un gusano y en un año le crecería una cabeza. A los dos años, tendría dos cabezas, y a los tres años, tendría tres. Y así sucesivamente, cada año hasta tener siete. Entonces, estaría lista para salir. Cuando estas serpientes salen, provocan un viento terrorífico e inundaciones. Suawaka está arriba observándolas, sabe que salen cada siete años, entonces, Suawaka arroja un arpón de fuego. Esta es la estrella fugaz que vemos en la noche. Suawaka apresa entonces a la serpiente y la sube a su suegra y a su suegro y a su esposa. El suegro es Yuku, el dios del trueno y del rayo, la esposa de Yuku es la lluvia, ellos comen esa clase de serpientes. Cada siete años, Suawaka desciende a Takalaim y a los siete años siguientes va a So’ori. Así Yuku y su familia siempre tienen carne. Pero si Suawaka no baja cuando empieza a salir una serpiente de la colina, hay mucho viento y lluvia. Una vez un hombre estaba pescando cerca de Guaymas ; salió en una canoa cuando vio bajar a Suawaka y matar a una serpiente de siete cabezas. « ¿Qué estás haciendo?", preguntó el pescador. « Mato serpientes », dijo Suawaka. « ¿Dónde vives? » « Allá arriba ». « Llévame a tu casa », dijo el pescador. « Muy bien », dijo Suawaka ; puso la carne de serpiente en sus hombros y arriba puso al pescador. « Cierra tus ojos », dijo Suawaka. El hombre lo hizo y volaron al otro mundo. El pescador abrió los ojos y vio carne de serpiente por todas partes. Esa carne no le gustaba. También había escaleras por todas partes. La esposa de Suawaka dijo : « Pruébala, la carne es deliciosa », pero el hombre no podía comerla, pero no había otra cosa que comer. Al fin, la mujer dijo a Suawaka : « Creo que este hombre morirá, no puede comer, no se por qué lo trajiste aquí, sería mejor llevarlo abajo de nuevo, Miguel ». (El es realmente Suawaka pero a veces lo llaman San Miguel). « Llévame de nuevo a la tierra », dijo el hombre. « Está bien, llévate esta escalera de serpiente para que tu pueblo la vea. Así otros no querrán venir aquí, cierra los ojos. « Regresaron rápidamente. El pescador mostró a los Yaquis la escalera de serpientes y todos tuvieron miedo. Se dice que Yuku ; el suegro de Suawaka es muy iracundo con él, cuando Suawaka baja a la tierra. Yuku el tuerto le arroja bolas de luz. Este es el cuento. Aquí termina.

(Giddings, R. W., 1959 : 56)

La inundación y los profetas. Origen de El Yaqui.

Lo que aquí se presenta fue tomado del martirologio del periodo de la inundación universal. De esta catástrofe se salvaron aquéllos de donde vienen las generaciones de Yaitowi el hombre justo y perfecto.

Yaitowi, en su tiempo, caminaba con Dios en los días en que las aguas ascendían sobre la tierra destruyendo todas las cosas vivientes, al igual que el cielo, la tierra y el agua ; hasta los pájaros que volaban sobre la tierra en el cielo fueron destruidos.

Sucedió que en el séptimo día de febrero, las aguas de la inundación cubrieron la tierra. En esos días de Yaitowi, en el año 614, el día decimoséptimo del mismo mes de febrero llovió sobre todo el mundo. La lluvia continuó por catorce días y catorce noches. Desde que la bendición terminó, todo lo vivo, y toda sustancia de vida fue destruido. Las aguas ascendían y crecían sobre la tierra, destruyendo todas las cosas vivientes, después de haber acabado con los días de los hombres y las mujeres.

A partir del decimoséptimo del mes de julio hasta el primero de octubre, las aguas retrocedieron, y apareció lo alto de las colinas. El primer día de noviembre, el agua se retiró de la superficie de la tierra. Yaitowi y otros trece, así como once mujeres estaban a salvo en la colina de Parbus que ahora se llama Maatale, y en la colina de Jonas once almas y una mujer llamada Emac Dolores, se salvaron.

La mujer desapareció al séptimo día, convirtiéndose en una estatua de piedra, ahora la Montaña Matuakame. En la colina Egosin, ahora llamada Tosalkawi, seis se salvaron, y tres de Mount Tohowaki, ahora llamada Rehepakawi. En el Golgota ahora llamado Te’etpa’aria, se salvaron Fou Emac y dos más. De Otameahui y la sierra Sinai, ahora llamada Samawaaka, un hombre llamado Vaculo y una mujer, Domicilia que es un ángel, se salvaron siete pájaros, siete asnos, siete perritos. También de la sierra de Vaber, ahora Yotoitakuse’epo, un hombre llamado Ekitoyis y una mujer, Paresenobis, sobrevivieron. Posteriormente, sucedió que dos ángeles llegaron a las colinas de Sinai, al amanecer. Vaculo y Fou Emac estaban sentados sobre una roca, cantando el Himno Sagrado. Al ver a los ángeles, se levantaron para recibirlos, haciendo reverencias hacia la tierra Y el cielo. Se dirigieron así a los ángeles : « Bien caballeros, enviados por su Dios a este valle de lágrimas, les suplicamos que nos den ayuda ».

Los ángeles dijeron : « Todas las cosas difíciles pueden ser realizadas por Dios. Uno llega al tiempo asignado, tras haber andado rectamente por el camino de Dios. Cuando regresemos, el tiempo de sus vidas llegará a su fin ».

Y al séptimo día, cuando llegó la mañana, había truenos, rayos y oscuras nubes sobre las colinas. En esos días fue visto el Ángel San Gabriel, enviado por Dios, diciendo a Vaculo, Fou Emac y Serafina : « Arrepentíos, porque el reino del paraíso, de lo sagrado y del altar, están cerca. Porque esto fue lo dicho por el profeta. Vayan por el camino de nuestro Dios y Padre ». Y se fueron. Y llegaron al lugar llamado Venedici. Y escucharon la voz de Dios : « Y yo Dios, bendigo a Vaculo, Fou Emac y Serafina, derramaré la sange del hombre porque el hombre está hecho a la imagen de Dios. Ya no habrá inundación que destruya la tierra. Por los siglos, mi luz permanecerá en las nubes. Cuando las nubes caigan sobre la tierra, mostraré mi luz. Recuerden, el día de hoy, mi luz será vista en el altar y en el segundo tabernáculo de Dios, para conmemorar mi pacto con las aimas vivientes ». Y ellos dijeron a Dios : « ¿Qué es lo que quieres que hagamos? » Y Dios les habló : « Deberán beber del mismo vaso que yo ». « Tengan cuidado de que nadie los engañe. Este es mi recinto para el rezo. Serán llamados por toda clase de hombres que son falsos profetas. Existen muchas cuevas de ladrones. Si alguien les dice « Yo soy Dios » no le crean. Son falsos testimonios. Se matarán unos a otros, hermanos contra hermanos padres contra hijos. Y los falsos profetas les dirán falsos augurios. Y en el tiempo predicho, vendrá Rahbonix ».

Estas son nuestras generaciones antiguas, los años del final, las escrituras conocidas a las que se refiere la Tabla General de Leyes Antiguas.

(Giddings, R.W., 1959 : 45-46)

Yomumuli y los hombrecitos de surem.

Mucho antes de la conquista española, cuando toda la tierra que se conoce ahora como México era salvaje, este país se llamaba Suré. Se llamaba así porque estaba poblado por los Surem, hijos de Yomumuli. Todos los Indios, los Hueleves, los Ópatas, los Pimas y los Pápagos, los Seris, fueron creados por ella. Entonces había animales que vivían en la tierra y en el agua. Las tortugas gigantes vivían permanentemente en el agua de los ríos y el mar. Esto era antes de que tuviéramos la agricultura.

Había una enorme vara delgada que llegaba hasta el cielo. Esta vara hablaba, haciendo un ruido parecido al de las abejas. Entre los Yaquis había hombres muy sabios en el tiempo de los Surem, como ahora, pero ninguno de ellos podía entender lo que la vara decía. Sólo Yomumuli podia hacerlo, y quiso ayudar al pueblo que ella había creado.

Ella les dijo a los Indios lo que la vara decía. La vara instruía a los Indios y a los animales sobre cómo vivir. Les dijo a los animales cuáles de ellos vivirían de la caza y cuáles vivirían de comer pasto. Dijo cómo, algún día, llegaría la conquista, cómo aparecería Jesucristo al pueblo entero. A Yomumuli no le gustaban las leyes. Algunas leyes eran desagradables para los Indios y a ellos no les gustaron las interpretaciones de Yomumuli acerca de la verdad enviada por Dios desde el cielo para la gente de la tierra. Mucha gente dijo que Yomumuli sólo estaba inventando. De acuerdo con ella, el árbol parlante profetizaba que el pueblo pronto tendría líderes, capitanes y sería bautizado. La gente no lo creyó. Yomumuli estaba enojada por la incredulidad de su pueblo, así que hizo lo mismo que ellos. No oyó más lo que decía la vara. A ella no le gustaba, pero era la verdad. Yomumuli decidió irse pues no le gustaba lo que iba a pasar. Estaba disgustada y decidió llevarse el río consigo. « Me voy al norte » dijo. Tomó su río, lo enrolló, se lo puso bajo el brazo y caminó hacia las nubes del norte.

Al pueblo no le gustó la posibilidad de la conquista. Así que bajaron a la tierra a vivir dentro de las colinas o se fueron a vivir al mar. Los Surem eran muy poderosos. Yomu­muli dejó un jefe en cada colina y las colinas recibieron el nombre de estos hombres. A los jefes tampoco les gustó la conquista. Unicamente a unos cuántos les gustó lo que la vara había predicho y esperaron. Estos hombres son los Yaquis. Crecieron más que los Surem que se habían marchado : Los Surem eran pequeños pero muy fuertes. Todavía viven en las colinas y en el mar. Ellos ayudan a los hombres cuando pueden. Algunos de ellos, los del mar, parecen sirenas y viven en islas. Otros son ballenas que se acercan a las embarcaciones cuando están en peligro ; todos los Surem son paganos salvajes ; si un yaqui se pierde en el monte, estos hombrecitos lo ayudan dándole comida y fuego y se alejan. Algunos dicen que los Surem son muy ricos y que poseen mucho ganado bajo las colinas.

(Giddings, R.W., 1959 : 15)

Omteme.

Cuando Yomumuli se llevó a su pueblo, los Surem, y se fue al norte porque no le gustaban las cosas dichas por la vara parlante, dejó atrás gobernadores para cada región. Estos jefes vivían en lo alto de las montañas a lo largo del río Yaqui ; había un gobernador que vivía en la colina de Omteme. Era muy sabio. Sabía que la conquista llegaría con dos palabras juntas — bien y mal. Todo esto lo sabía de la vara parlante. El nombre de este jefe era Omteme que significa « el que está enojado ». Omteme estaba en lo alto de su colina cuando Columbus vino por el puerto de Guaymas. Estaba muy molesto porque supo que los españoles venían con felonía. Columbus escaló una colina cercana a Guaymas, que ahora se llama Takalaim, y vio a Omteme a distancia. Omteme quería saber lo que pretendía hacer el conquistador, así que preguntó : « ¿En que condiciones quiere hacer la conquista? »

Como Columbus no tenía buen corazón, tomó su fusil y disparo a Omteme. El tiro quedó corto y Omteme preguntó de nuevo : « ¿Qué quiere, qué está haciendo? » Columbus dio un segundo tiro, esta vez llegó más cerca, pero sin alcanzar a Omteme. El jefe no entendía de fusiles y preguntaba al conquistador por sus intenciones. Columbus disparó la tercera vez y la bala alcanzó el pie de la colina de Omteme. Cuando Omteme vio el disparo, dijo : « Oh, así que quieres guerra. Tomó su arco y flechas y disparó. La flecha golpeó lo alto de la colina donde estaba el conquistador, partiendo la montaña en dos. El conquistador cayó al mar y se hundió. Entonces Omteme dijo a su gente : « Quienes lo deseen pueden quedarse. Yo me voy », y descendió al corazón de su colina. La mayoría del pueblo también quería irse dentro de las montañas o al mar para no soportar la con­quista. Como su jefe, Omteme, dijeron : « Ya me voy ».

(Giddings, R. W., 1959: 30)

Pascola encantada. El origen de la Pascola.

Hubo una época en El Yaqui en que la naturaleza daba mil encantos a la imaginación sencilla de los indios : apariciones de mujeres o brujas con pata de cabra, capitanes petrificados en forma de montañas, árboles y flores con facultades humanas, chapulines magos, serpientes monstruosas, animales que hablaban con los yaquis. En ese tiempo hubo un Pascola que al principio de su oficio fue muy malo y sin gracia. No platicaba bonito ni sabia bailar. Vivía distante de Cócorit, en un punto llamado Vivagí­mari, que quiere decir, cigarro tirado.

Pero aún cuando era inepto para todo, por piedad las gentes de las tribus siempre lo protegían. Una vez lo citaron para que fuera a bailar a Cócorit y le dejaron los cigarros de costumbre como enganche. El Pascola despachó al Moro encargado de juntar bailadores, violinistas, arperos y tamboreros, con la respuesta de que iría, y él a los dos días salió para Cócorit. Ya de camino, al pasar por en medio de los cerritos llamados Puerto de Baachoco (agua salada) en dónde hay una cueva no muy profunda, oyó la música de un violín y un arpa, pero no los veía y se paró a escuchar el son preludiado que era muy lindo, pero tan hermoso, que le dieron ganas incontenibles de bailar en ese mismo instante, mas con tristeza dijo : « Pero si soy tan sin gracia », que se quedó mucho rato parado indeciso ; en eso salió de la cueva un chivo pinto con la cola arriscada y sin cuernos.

El animal se dirigió al Pascola, y éste lo esperó sereno. El chivo se alzó en las patas traseras y le puso las manos en los hombros y empezó a tallarle el rostro con sus barbas, como si lo peinara. En seguida le lamió la frente, la boca, los oídos y la garganta. Luego bajó las manos y fijó un rato su mirada en el bailador y éste se puso a reír por la figura del chivo, el cual, pegando una carrera, se detuvo como a diez metros y se volvió a toda prisa, como si fuera a golpearlo, pero el Pascola se estuvo quieto. Llegó el animal y levantando una pata lo orinó desde la cintura hasta los pies. Hecho esto se fue al galope hasta perderse entre las piedras y la música cesó. Entonces el bailador, lleno de asombro, se puso en marcha otra vez, pensando qué sería aquello, pero empezaron a revelársele muchas ocurrencias y chistes para entretener al público. En su imaginación proyectaba un sinnúmero de movimientos con los pies que ellos nombran mudanzas y así llegó a Cócorit, donde iba a hacerse fiesta, Le dieron de corner guacavaqui con los invitados y luego fue a vestirse y luego a bailar ; y cosa extraordinaria, el Pascola torpe y sin gracia, esa noche se lució frente a todos y por ello desde entonces fue un Pascola muy querido por los ocho pueblos, a un grado tal, que hasta hoy no ha habido otro que le iguale en maestría. Dicen que aquel chivo era un Pascola encantado. Otros cuentan que fue una de las maravillas que aún se aparecen a los Indios. El Pascola afamado murió, le hicieron regios honores los fiesteros hasta dejarlo en su tumba.

(Fabila, A., 1940 : 239-240)

Leyenda del Águila Azteca y la Fundación de México.

Cuando Dios Nuestro Señor mandó a Zuaguaca al mundo, el Águila Real tuvo conocimiento de que ese mismo Dios dispuso que ese yaqui fuera a matarla. Entonces,

Zuaguaca que aún dormía en el vientre de la mujer, le dijo al Águila.

— Jesús ha enviado a una persona para que te mate — y el Águila le repuso :

— Está bueno, pero si esto es cierto, soy capaz de comérmela antes ; pero no hay cuidado.

mientras, Zuaguaca sigue alimentándose en la entraña de la madre, y por otra parte el Águila escucha la voz de Jujteme que le dice :

Nada más que el niño tenga nueve meses, serás muerta.

Al oír esto el Águila se queda quitada de la pena como si no hubieran mandado a la tierra a nadie y estuvo volando contenta y feliz por la tierra en espera de que se cumplieran los nueve meses, pero de pronto recordó que se había llegado el término y se pone a pensar : « Ahora sí ya es tiempo. Iré a cenarme al enviado de Dios... » Pero cuando el Águila se decía esto habían transcurrido ya ocho años sin que se diese cuenta y se puso en marcha para cumplir su designio. Al llegar abrió el vientre a la mujer pero nohalla al que busca, porque ya había nacido con Jujteme.

El Águila, ante el inesperado suceso se queda sorprendida estudiando su problema para conseguir una solución favorable. Una vez que medita el caso queda conforme y descubre que Zuaguaca tuvo por gemelo a Jujteme y se resigna a morir, pero antes de que esto suceda resuelve inventar el tesoro del mundo unos días antes de que desaparezca para siempre de entre los seres vivos y se pone a anunciarlo a los sabios del mundo, diciéndoles :

— El Tesoro del Mundo quedará en donde me siente sobre un nopal devorando una serpiente para que se conserve perdurable mi recuerdo. Al suceder esto seré muerta por Zuaguaca.

Dicho y hecho. Allí fue su despedida. El Águila Real fue a donde ahora es México para que se cumpliera el Tesoro del Mundo. Los sabios tomaron la señal del Águila y luego ésta se regresó a Sonora para que se cumpliese lo que estaba predicho por Dios Nuestro Señor. El cuate de Zuaguaca la mató ; con ella murió el diablo, Santacusta (Santa Cruz) Santacusta, Santacusta,…

(Fabila, A., 1940 : 254-255)

Cuando el Indio hablaba con los animales de uña y ala.

En el tiempo cuando los Yoremes tenían comunicacióndirecta con todos los animales de uña y ala, sucedió esto : hubo un Indio de nombre Terohoqui, que quiere decir, tobillo. Tenía por esposa a una muy linda yoremita de trenzas chulísimas y ojos grandes. Terohoqui era cazador especial de venados. Yendo y viniendo días y noches, una vez que partió en busca de animales le robaron la mujer. Cuando volvió a su casa le avisaron lo ocurrido, pero no supieron decirle a dónde se fue ni qué rumbo había tomado. Entonces el venadero se presentó a los jefes, dio su queja y pidió que inmediatamente hicieran las pesquisas del caso. Se reunieron los altos jefes y los ocho pueblos en general, sin que faltara ninguno. Una vez reunidos hicieron las averiguaciones y nadie dio razón de los vugitivos. Entonces acordaron hacer un llamamiento a lois animales de uña y ala. Se dirigieron al león, jefe principal de los cuadrúpedos. Este dio orden al tigre su segundo.

Este mandó reunir a sus animales subalternos y todos juntos ya, se presentó a los capitanes yaquis, el león con todo su ejército. Los jefes Indios preguntaron a uno por uno si habían visto a la mujer del venadero y todos respondieron que no. Entonces hablaron al aura que era el gobernador de las aves y éste le ordenó al zopilote, capitán primero, quien mandó llamar al del tambor que era el quelele que tocara a junta. El quelele se elevó al cielo a una altura inmensa, hasta que los de abajo ya no lo distinguieron. En lo alto llamó a los suyos y abajo sólo se oía querrr querrr. Era el toque con que mandaba las tropas de ala para que descendieran a la tierra. Pronto comenzaron a reunirse con rumor de tormenta. A la que iba llegando le preguntaban si había visto pasar à la esposa del Terohoqui, pero respondían negativamente. Entonces el capitán zopilote, dijo que repitiesen los toques con m’as fuerza por si faltaba alguna de las aves, cosa que hizo el quelele. Al rato se percibió un zumbido. Era el gavilán que llegaba. El ave, tan luego como tomó una poca de respiración, le preguntaron si había visto a los fugitivos y contestó que sí, que los había encontrado hacia la tierra de los Euleves. Inmediatamente se nombraron comisiones competentes. Delante de éstas iba un emisario para el jefe de los Euleves para que los aprehendiera y los enviara amarrados al Yaqui. Al llegar las comisiones, los Euleves buscaron a los fugitivos y los aprehendieron en las cumbres de la Sierra de Mabavi, y por la cordillera los enviaron a los Ópatas ; éstos a los Pimas, y los Pimas los trajeron hasta El Yaqui. Los Cáhita los esperaban reunidos en el Zicchive, debajo de un mezquite. Ante una cruz los desnudaron y recibieron como es de rigor tres azotes en la espalda por parte de cada verdugo. Como éstos eran ocho, uno por cada tribu, les tocaron veinticuatro azotes a cada uno. El castigo se llevó a la muerte. Este ejemplo aún perdura en El Yaqui y por esto no hay nativo que se atreva a cometer adul­terio.

(Fabila, A., 1940 : 256-257)

El origen del Venado.

Y aconteció que un día en un país llamado Suré, en uno de sus ocho pueblos Vicam, existía un gran curandero llamado Juan el Brujo a quien respetaban y temían por lo acertado de sus curaciones y predicciones, exageradamente pulcro tanto en su persona como en su casa y cosas.

Un dia apareció un hombre enfermo y andrajoso que llegó al pueblo en busca de Juan el Brujo para que éste lo sanara de cierto mal que le aquejaba, sólo que Juan se negó rotundamente a hacer tal curación pues le provocaba repugnancia.

Cuando el hombre intentó acercarse al brujo, éste despectivamente le pidió que se marchara, que no soportaba su olor nauseabundo y el simple hecho de verle tan asqueroso lo consideraba ya una agresión a su persona, el hombre avergonzado trató de emitir alguna palabra de súplica, sin embargo Juan el Brujo se lo impidió al tiempo que salía corriendo del lugar cuando intentó acercarse más a él. Se internó en el monte y desapareció. El hombre triste y cabizbajo se marchó, no sin antes lanzar un castigo divino, porque él era Dios que había venido a probar la benevolencia de Juan, y le había fallado, ahora Juan vagaría por el monte y daría de comer al hambriento, vestiría y cubriría del frío con su piel hasta el más andrajoso del lugar, sólo así sería el ser noble que aparentaba cuando vivía entre los Yaquis, además dijo : sus pezuñas adornarán los cinturones de los danzantes, que me alabarán en cada fiesta.

Dicen los Yaquis que desde entonces no se ha vuelto a ver por el lugar, lo que sí se ha visto es un extraño animal de brillantes y enormes ojos que siempre recorre el monte y huye ante cualquiera que se atraviese en su camino. Este animal es el venado, que reencarna en el danzante en cada festividad.

(Orduño García, Ma. De Los Angeles, 1999 : 253-254)

Los Cinco Hermanos Remendados.

En la Sierra de Toma’asari vivía un Yaqui llamado Wiloa Bakot. Esta sierra estaba poblada tanto en la parte alta como en la baja y todo sus alrededores. Muchos miles de estos pobladores eran Yaquis. Muchos Yaquis vivían también en las colinas cercanas. Su jefe se llamaba Baka Wecheme. Era un hombre bueno. Amaba a su gente y deseaba que ellos amaran las cosas buenas y útiles. Bueno, resulta que Wiloa Bakot se enamoró de una Yaquesita muy bonita cuyo nombre era Gi’iku’ure Sewa. Cuando ambos se casaron hubo una gran reunión y las fiestas de la boda duraron 8 días. Después, ellos vivieron muy tranquilos.

Tuvieron cinco hijos, todos varones. Cuando los muchachos estuvieron en edad de estu­diar, los padres los pusieron en las manos de un sabio sacerdote Yaqui. Los muchachos vestían siempre pobremente, dado que Wiloa Bakot era un hombre pobre. No tenía suerte en la caza de animales. La madre buscaba pedazos de cuero de diferentes ani­males, aunque fueran pequeños trozos, aún de diferente color. Con esto ella hacía sus ropas. Lucían bastante cómicos con parches de tantos colores diferentes. Les llamaban los cinco hermanos remendados.

Un día, el jefe de la tribu, Baka Wecheme, mandó llamar a Wiloa Bakot y le dijo, es bueno que envies a tus cinco hijos a algún otro lugar para que aprendan mejores cosas de las que habían aprendido hasta hoy. Dado que Wiloa era obediente, así lo hizo. Dijo a sus hijos que dejaran la villa. La madre les preparó el almuerzo. Con esta poca de comida, los cinco remendados tomaron el camino en dirección al sol poniente. Viajaron todo el día, desde temprano en la mañana hasta tarde. Al atardecer descendieron a un profundo cañón, empinado, rodeado de altas colinas. Este cañón era muy oscuro y peligroso debido a la presencia de animales feroces como tigres y lobos. Además había serpientes largas y venenosas. En este arrollo viajaron en la oscuridad. Ahora llegaron a un lugar donde había agua, y un enorme árbol con muchas ramas en la cima. Ahì comieron.

Y cuando todos se habían recostado, el hermano mayor les dijo a todos. « Hermanos, aquí, bajo este árbol, nos reuniremos otra vez, dentro de un año. El que llegue primero debe esperar a los otros ». « Muy bien », dijeron todos, y durmieron hasta la mañana. Al día siguiente, después de comer algunas raíces como alimento, viajaron fuera del cañón con cuidado por el peligro de salvajes animales y serpientes. Al salir del cañón entraron a una gran mesa sin vegetación de ningún tipo. Estaba comletamente árido y no había plantas, ni animales que cazar. En esta mesa no habia nada que comer, nada que beber. Después de mucho viajar sobre esa llanura sin sombra, sin un lugar para detenerse a descansar, llegaron a un lugar del cual partían cinco senderos. Uno estaba en el centro, en dirección hacia la puesta del sol. Dos iban a la derecha y dos a la izquierda. Los cinco hermanos se detuvieron ahí y el mayor de ellos dijo, « Aquì hay cinco caminos y nosostros somo cinco.

Yo tomaré el camino central y cada uno de ustedes escoga el suyo. Dentro de un año, nos reuniremos de nuevo bajo aquel árbol. El que llegue primero deberá esperar por los demás ». Se despidieron y cada uno tomó su camino. El hermano mayor llegó a un pueblo, un pueblo muy hermoso, muy fértil. En este pueblo él estudió para convertirse en mago. El segundo muchacho llegó a una colina donde la gente trabajaba la madera. Aquí realizaban arcos y flechas mejor que en ningún lado. Sucisivamente, cada muchcho llega al lugar al cual estaba destinado. Se pusieron en las manos de hombres inteligentes y estudiaron con gran esfuerzo a través del año. Al final del año, uno después del otro, retornaron al enorme arbol que habían designado como su lugar de reunión. Cuando hubieron estado todos bajo el árbol, el hermano mayor preguntó a todos qué habían aprendido. Yo soy un buen carpintero, dijo el primero. Yo soy bueno en el tiro, dijo el segundo, Yo soy bueno para revivir a los muertos, dijo el tercer hermano. Yo soy un buen ladrón, dijo el cuarto. Yo sé profetizar sabiamente, dijo el mayor. « Justo ahora, sobre nosotros en este árbol hay un cuervo durmiendo en su nido y tiene tres huevos.

Quiero que tú, buen ladrón, te subas y le robes un huevo sin despertarlo ». « Muy bien », dijo el ladrón. Y comenzó a ascender por el árbol. Llegó al nido, puso sus manos debajo del pájaro y robó un huevo que llevó a su hermano. Y el mayor dijo al carpintero. « Dejame ver que hagas un huevo exactamente como este real ». « Muy bien », dijo el carpintero. Tomando un pedacito de madera, hizo un huevo y se lo extendió a su hermano mayor, quien rompió el de verdad. El hermano mayor le dió el huevo de madera al diestro ladrón y dijo, sube y pon este huevo dentro del nido. Luego asusta al pájaro. El ladrón escaló el árbol, puso el huevo en el nido y asustó al pájaro, que se alejó volando. Veamos, buen tirador, tirale a ese pájaro, dijo el hermano mayor. El buen tirador tomó su arco y disparó. El pájaro cayó muerto. « Veamos, tú que revives a los muertos, revive ese pájaro.

El joven mago inmediatamente curó al pájaro y éste se alejó volando. Entonces todos estaban satisfechos al ver las manifestaciones de sus distintos artes, y durmieron hasta la siguientes mañana. Tomaron el camino otra vez en la dirección de su hogar donde serían recibidos por sus padres. Su padre, Wiloa Bakot, fue a visitar a Baka Wecheme, el jefe, y dijo : « Mis hijos han retornado ya, todos ellos muy inteligentes. El mayor es un adivino ». « Envíalo conmigo inmediatamente », dijo Baka Wecheme. Wiloa Bakot ordenó a su sabio hijo a ir con el jefe, y cuando llegó el jefe le dijo, « Ayer perdí el reloj de oro de mi esposa. Dime dónde está ». « Aquí está, Señor. Tú mismo lo pusiste aquí... « El hermano que te sigue, ¿qué sabe hacer? Preguntó el jefe. « Es muy bueno en el tiro de arco.

No hay quien lo supere ». « Bien. Envíalo conmigo, dijo Baka Wecheme. Cuando el tirador se presentó a sí mismo, el jefe colocó la pluma de un pájaro en un árbol a 25 pasos de distancia. El buen tirador tomó su arco, y con una flecha disparó sobre la pluma. El jefe estaba muy contento. Le dió al muchacho un traje de piel de tigre. « Y ahora tu próximo hermano, ¿qué sabe hacer? « Ese sabe revivir a los muertos ». Bien, mandalo venir. Luego Baka Wecheme mató a uno de sus hijitos. El hermano mago llegó y le dió al muchacho la vida de nuevo, y el jefe estaba contento. « Ahora envíame el próximo hermano y veremos qué sabe hacer ». « Es un buen carpintero ». Éste se presentó y rápidamente fabricó muchos arcos, un violín y una boca, recibió como recompensa hermosas plumas de colores. « Ahora envíame a tu pequeño hermano ; veamos qué puede hacer. « Oh, ese no puede venir. Su trabajo es malo ». « Bueno, es trabajo afligido ». dijo Baka Wecheme. El padre no quería que su hijo menor fuera con el jefe. Así que él mismo fue con Baka Wecheme y dijo, « Respetado Señor, no deseo que mi hijo menor, venga aquí porque él es ladrón y temo que sientas la necesidad de matarlo ». « No temas. Dile a tu muchacho que esta noche colocaré cinco hermosos trajes de cuero en un lugar lejano, además una buena cantidad de oro y plata. Veinticinco soldados resguardarán esto. Si el muchacho es bueno para robar, irá y robará todo eso, y será para él. « Muy bien, dijo Wiloa Bakot. Y así fue a aconsejar a su hijo. El ladrón mezcló un poco de narcótico en un poco de vino y lo coloco en una olla, que se llevó consigo.

Luego se dirigió a donde estaban los soldados Yaquis resguardando el tesoro. A medida que se acercaba gritó. « Estoy perdido ». Repitió muchas veces. Por fin el capitán de la 25 dijo. « Tú vé y traeme a quien dice estar perdio y traelo aquí. Fueron y lo encon­traron ». ¿De dónde vienes? Le preguntaron al joven. « De Chunakotia y voy camino a Tetamolaim ». « Duerme aquí esta noche, y mañana podrás continuar tu camino. « Muy bien ». Dijo el ladrón. Tomó un sorbo de vino y dijo a los soldados. « Tomen un poco de vino para hacer más difrutable su vigilia. Todos tomaron vino. Se durmieron y el ladrón tomó la ropa, el oro y l plata y se alejó. Al siguiente día, el padre, Wiloa Bakot, se presentó a sí mismo ante el repetado Baka Wecheme y dijo, « Mi hijo menor ha hecho lo que le ordenaste ». « Mis soldados me dijeron », dijo el jefe. « Está bien. Aquí está la recompensa ». Y le envió un regalo al ladrón. « Ahora dile a tu hijo que debe dejar este lugar. No lo quiero aquí en Toma’arisi. Debe irse a otro lado ». « Muy bien », dijo Wiloa Bakot y le dijo a su hijo que debía partir a otro lugar. El ladrón se marchó. Wiloa Bakot y sus otros hijos permenecieron ahí con mucho respeto hasta que murieron de vejez.

(Giddings, Ruth W., 1959 : 151-157)

The Big Bird.

A great bird lived on the hill of Otam Kawi. Every morning he would fly out in search of food. He caught men. women and little children and carried them back to Otam Kawi to eat. In those days the people always were watchful. They couldn’t have fiestas because when they had pascolas, always two or three of the people were carried away by the big bird. The Yaquis lived in hu’ukis, little houses made of mud and branches that looked like the house of a pack-rat, because they were afraid of the great bird.

There was an old man who earned his livelihood by hunting deer. He did nothing else. He had only one daughter. She was big with a child who was soon to be born, when the bird carried away her husband. The old hunter, his wife and the daughter only remained, and the daughter pregnant. The baby came in the afternoon. It was a man child that the girl bad. And the oldgrandfather continued bunting deer.

About a year later the grandmother went out early one morning to bring in water. The bird came by and carried her away. So the grandfather and the girl went on bringing up the child. The next year the bird carried away the mother, and the grandfather brought the child up on cow’s milk. There were cows in those days but no animals of the claw.

When the little boy was old enough to walk, he went everywhere with his grandfather. He walked all over the monte hunting. This little boy never grew very big. When he was ten, be was still very small. One afternoon he was seated outside of the house and he said, “I have no mother.” “Ah,” said the grandfather “The big bird carried her away. First be took your father, then your grandmother, then your mother.” “Where is that bird? I am going to grow up and kill that bird.” The old man laughed.

When the boy was older, his grandfather made him a bow and some arrows, and every day he went out practicing. He became very strong. But he was still small. When he was fifteen years old, be measured no more than three and a half feet in stature. He went everywhere with the old deer-hunter, his grandfather. One day the boy said, “I am going to bunt out that bird. I am angry. “When he was still not full-grown he went about alone, walking through the monte and looking up into the sky.

There is a level plain east of Potam called maretabo’oka’apo. There the little boy walked. He had been hunting for three days. He carried many arrows in his quiver of javelina hide. Then he saw the bird. Quickly he jumped into a hole. The big bird sat down in a mesquite tree, waiting for him to come out of the hole. The boy stayed there all day long, watching the big bird in the mesquite tree. He saw everything; the size, the colors of the feathers, the big eyes, and all. At night he went farther back in the hole and fell asleep. Late at night he awoke. The bird had gone with the coming of night.

Three days later, the boy returned to his home, very late. His grandfather was not there. The boy carried two dark sticks on which he had placed many pitahayas. He hung them near the door where his grandfather would enter. The boy was inside cooking deer meat when the old man returned and saw the pitahayas. As he entered he asked, “My son, where have you been?” “Over in the hills.” “Weren’t you afraid of the big bird?” The little boy said, “I saw him. I saw all of his colored feathers and his big eyes. I climbed into a hole. I return only to ask permission to kill the bird. This bow would never kill him. It is too little. I wish you would make me one of that wood called kunwo. And I need another kind of arrow, made of wo’i baka. I will go as soon as you make me these.” “But you are so little. That bird will kill you”, said the old man.

Many Yaquis lived in the neighborhood and they all came over that night to talk. They asked the little boy if he had really seen the big bird. “Yes, I saw it. It has feathers of many colors, a big body, and long claws. I am going to make to lot of little animals out of that bird.” “This boy is crazy,”. said an old man. And many of the elders believed that he was. “But We’ll see,” said these older men. And they went back to their homes.

They old grandfather then made three kinds of pinol. The little boy had asked him to. He made pinol of corn, of wheat, and of garbanzas. When the little boy had this and his bow and arrows, he said, “Call the people together.” All the people gathered, kobanaom soldiers women and children. Everybody came, from all of the eight pueblos. They said, “Are you the boy who is going to kill the big bird?” “Are you the man?” laughed a kobanaom. “Yes”, said the little boy.

The an old man who lived near to Otam Kawi spoke. “Wait for this bird near Otam Kawi. He lives there. He only goes away to catch the people. He always comes back there. You will see there a great pile of bones.” The people bade the boy good-by that night, and he said to his grandfather, “Now I know I can kill that bird. I will be back in three days.” Everybody was content. “If you kill him, we can have pascolas again!”

The next day before dawn, the boy and the grandfather left. At dawn, they saw the bird fly over. But they were safe below the mesquite trees. They walked through the monte toward Otam Kawi. “No farther than this,” said the boy, Leave me here. I’m going to find out where the big bird roosts.” All day long the boy waited. At last he saw the bird come in and alight in a large tree. Night fell and the bird went to sleep. Then the boy softly approached the tree. There, he knelt and prayed for a long time. Then he began to measure. He measured twenty-five feet from the foot of the mesquite tree toward the west. There he made a deep hole, ten feet deep.

When dawn came, he was still hunting poles and branches with which to cover it. The bird saw him and was angry. The boy went down into the hole. He prepared his bow well. The bird came down from the mesquite tree and went to the cave. The boy was inside, looking out. He shot the big bird in the eye with an arrow. The bird flew to the top of the mesquite tree. The boy shot three more arrows. The bird fell. For a long time the boy did not come out of the cave. He waited to be sure that the bird was dead. When he was sure, he came out and went over to the big dead bird. He pulled out a handful of its feathers and threw them into the air and the feathers became owls. With another handful of feathers he made smaller owls. With four handfuls of feathers, he made four classes of owls. In the same way, with other handfuls of feathers, he made birds of every kind, crows and roadrunners. He threw the feathers and they became birds of different colors.

When he had finished all of the feathers, he cut off a piece of meat from the dead bird. He threw this and it became a mountain lion. He cut another piece and made another kind of lion, which is a little braver. With another he made the topol and with another, a spotted cat. Thus, the boy made four classes of big cats. After that he made four smaller kinds of cats. With more meat the boy made foxes and racoons and also four types of coyotes. He made snakes and all kinds of animals that have claws.

When all of the meat was gone, only bones remained. He dragged the bones under the mesquite tree and started home. He arrived there in two days. He came in very happily, dressed in a suit of feathers he had made from the bird, and he wore four feathers in his hat, two on either side. He entered and his grandfather was frightened to see him covered with blood from the meat of the animal. The old man was afraid, and he said, “What happened to you?” “I killed the big bird. Now you may walk about the world.”

The old man rushed out of the house. He talked with his neighbors who ran to advise those in other pueblos, and the people of those pueblos spread the news to others. people came from all the eight pueblos. They still walked at night before, because they didn't believe the big bird was dead. The governor came, and when all of the people were gathered the old men talked. “You really did kill it?” they asked. “Yes, sirs. I made many little animals out of the feathers and the meat. I made iwls of four kinds. I made four kinds coyotes, four kinds of small cats, four kinds of lions, of the claw.

“Well, let us see if this is true. We will send men from each pueblo, from Potam, from Vicam, from Torim, from Bacum, from Cocorit, Rajum, Juirivis and Belen to see the proof.”

“The bones are there,” said the little boy. “If they aren't you may cut my neck.” And he led off on horseback. They all arrived and the boy showed them the hole he had dug. “From here I shot and hit him in the eye.” Along the road the people saw many animals, and little birds flying. The boy talked to the people saying. “These little birds don't do any harm to us. But those animals I made from the meat of the big bird, you must take care about those. From today on they are not going to be gentle. We no longer have danger from above. Now we must take care from below. These animals aren’t must good for food, only for clothing. The birds are valuable only for their pretty feathers.” The men and the soldiers saw the bones of the big bird, and they went away contented, and in every pueblo began to make great fiestas.

The Pápago and Pima Indians tell of the slaying of a man-eating eagle which has some aspects in common with the myths (Densmore, 1929 : 45-54). The Cochiti also have a story about a cannibal eagle (Benedict, 1931 : 211)

(Giddings, Ruth W., 1959 : 81-87)

The Snake People.

The long ago there lived a Yaqui by the name of Habiel Mo’el. He was an orphan, but he had many relatives all over the Yaqui country. This man did not enjoy hunting as most young Yaqui men did. Instead, he liked to travel from house to house and from pueblo to pueblo, attending fiestas and eating and chatting with his friends and relatives.

The only weapon he ever carried was a big, thick club. He lived at the foot of the hill, Mete’etomakame. One day he started out for Hekatakari where there was to be a little fiesta. When he came to Maata’ale, the monte became too thick for passage, and he turned around and went to Jori. From Jori, he cut across toward Bataconcica, where an arroyo empties into the Río Yaqui. Travel there was very difficult, for the undergrowth was extremely dense. He crawled on his belly under branches, crawled over them, or pushed past them.

When he came upon a sort of clearing, a big snake apparead, crawling across his path. Habiel Mo’el hit the snake rigth in its middle, but it vanished into the underbrush before he could strike it again. So he continued on his path toward the ranchería at Hekatakari.

Suddenly, what had been nothing but thick monte stretching before him became a large yaqui pueblo with many people in it, moving about their business. Habiel Mo’el felt very strange. As he walked between the houses, a Kabo from the Guardia came up to him, and greeted him.

He told Habiel Mo’el that his chief would like to see him at the Guardia. So the two went over there. Inside, on the front bench was seated the head Kobanao. On the next bench, Habiel Mo’el was told to seat himself. The other Kobanaom were seated on the other benches. To one side a young girl was sitting. About her wait was a bandage of leaves.

The head Kobanao spoke to Habiel Mo’el, « We have brougth you here to ask you why you beat a girl this afternoon as you were traveling along between Jori and Bataconcica ».

Habiel Mo’el was very suprised. He replied that from Jori to this place he had met no one on this journey. « I did not beat any girl », he said.

« You struck a girl this afternoon, and you are liable to punishment. Why did you do this ? » insisted the Kobanaom.

Habiel Mo’el could not remember having done so ; and he repetead this. Then he explained where he had come from and his route, saying that the had seen no girl on the path. He repectfully asked their pardon, but insisted that he had done nothing at all.

The head Kobanao turned to the girl, who was seated to one side, and asked her if this were the man who had beaten her.

« Yes », she answered. « And he is still carrying the stick with which he beat me and almost killed me. That is the man ». Habiel Mo’el said that he had never seen the girl before and that he remembered nothing of it. He again asked their pardon, but disclaimed guilt. The Kobanaom considered the matter among themselves. Then the head Kobanao said, “We will pardon you this once, since it is your first offense. But after this, when you are traveling, never harm anyone at all who may cross your path offering you no danger. You may go this time ».

Habiel Mo’el thanked them and left the Guardia. As he went out, he found himself in the middle of the monte with no sign of a village.

He traveled on toward his destination. It was dark when he arrived at Hekatakari and the house of his relative. He greeted the little old man whose name Wete’epoi.

They sat down to a meal of pitahaya and Habiel Mo’el told Wete’epoi about his strange experience concerning the appearance and disappearance of the large yaqui pueblo, and of his accusation.

The old man listened and then said, « ou have done a great wrong. All animals, as well as people, have their authorities and their laws. You hurt a snake which crossed your path, doing you no harm. The authorities of that group took action against you. You must never again do that thing. The chiefs of the snakes met when the girl complained. They turned into people to punish you. I will give you some advice. Never hurt any snake, coyote, or any kind of animal, which is just crossing your path and offering no harm. If a snake lies coiled in the path, kill it. You are defending yourself then. But always kill it completely, never let it get away or it will complain and its chiefs will punish you ».

(Giddings, Ruth W., 1959 : 81-87)