« Élections peu importantes pour la droite française »

Elecciones Europeas

La derecha francesa intenta restar valor a los comicios

europeos

El sistema electoral favorece la dispersión del voto

entre las 168 listas que se presentan

OCTAVI MARTÍ - París

EL PAÍS | Internacional - 07-06-2004

El pasado mes de marzo, la derecha francesa cosechó una

derrota histórica en las elecciones regionales: perdió todas

las circunscripciones en disputa excepto Alsacia. Desde ese

momento, la convocatoria europea del 13 de junio ha pasado a

ser objeto de ninguneo. Como prueba de este clima, baste el

recordar que la ministra de Asuntos Europeos, Claudie

Haigneré, dijo esta semana que se daría "por satisfecha si la

participación superaba el 50% de los inscritos".

En 1999, los abstencionistas fueron el 52,9% de los franceses

con derecho a voto. Y desde entonces el panorama se ha

complicado. La circunscripción única se ha dividido en ocho,

una división arbitraria, meramente electoral, sin ninguna raíz

histórica, geográfica o política que la explique. De pronto ya

no hay líderes nacionales que encabecen el debate, sino

barones que penan por hacerse oír. Los grandes canales de

televisión de ámbito nacional se han desentendido de las

elecciones y el Gobierno pone en primer plano otras

preocupaciones: las privatizaciones, el consumo interno, el

déficit, la batalla contra la inseguridad urbana, la legalidad

del matrimonio homosexual, etcétera.

El sistema electoral francés tiende a servirse de la doble

vuelta: en la primera tienen cabida todas las opciones, en la

segunda quedan las dos o tres mayoritarias. En las europeas

sólo habrá una vuelta y eso debiera favorecer la dispersión

del voto. En total, se presentan 168 listas, entre ellas una

Euro-Palestina, otra Europa-Democracia-Esperanto o la de un

misterioso partido de los socioprofesionales, por dejar de

lado las monárquicas, la ya clásica de los amantes de la caza

o la de los automovilistas que piden gasolina gratis y la

abolición de los límites de velocidad.

Desacuerdo sobre Turquía

La Unión para un Movimiento Popular (UMP) en el poder teme

quedar otra vez por debajo del 20%, es decir, demostrar de

nuevo que, a pesar de sus siglas, es incapaz de aglutinar

todas las familias de la derecha. La centrista UDF sí se

siente cómoda en esos comicios porque sus convicciones

europeístas son sólidas y distintivas frente a las reticencias

de los herederos del gaullismo, y porque en 1999 obtuvo un

modesto 9,2% que debiera mejorar. Además, en la UMP, si bien

Jacques Chirac se dice a favor del ingreso de Turquía en la

UE, el partido está en contra. Y tampoco ayuda a la UMP su

confusión sobre la Constitución europea: Chirac no sabe si

quiere ratificarla por referéndum o gracias a un voto del

Congreso. Queda la incógnita del resultado de los soberanistas

de derecha, los Philippe de Villiers y Charles Pasqua, que en

1999 se presentaron juntos y consiguieron un 13% que ahora,

separados, está fuera de su alcance.

En la izquierda, los socialistas esperan captar el mayor

número de votos-sanción. La irritación ciudadana contra la

incompetencia de los sucesivos ejecutivos liderados por el

primer ministro Jean-Pierre Raffarin no ha aminorado. La

campaña del PS hace hincapié en la necesidad de una "Europa

social", pero propone como medidas-faro para su construcción

dos recursos escasamente convincentes: la semana de 35 horas

laborales para todos dentro de la UE y un salario mínimo

europeo. En realidad, en el PS todo se da por bueno si sirve

para captar el descontento popular. Las distintas corrientes

internas se enfrentarán tras el escrutinio y el principal

objeto de discusión será una Constitución que muchos

socialistas califican de "liberal".

Ecologistas, comunistas y trotskistas confían en la

movilización de sus militantes sumada a un fuerte porcentaje

de abstención para obtener una representación superior a su

peso real en la sociedad, pero la falta de cabezas visibles y

la fatiga de sus fórmulas -la influencia del Partido Comunista

Francés sigue declinando, la boda entre las dos formaciones

trotskistas ha restado más que sumado- no les garantiza un

final feliz.

Francia, según el calendario oficial, no debiera conocer

nuevas elecciones hasta bien entrado 2007. Para la UMP y

Chirac son tres años de tranquilidad por delante. Hoy les

preocupa más quién va a dirigir la UMP a partir de finales de

año que una consulta electoral que se intenta minimizar. Para

los socialistas, en general, es una nueva oportunidad de dar

un puyazo a la UMP y de consolidar su OPA sobre el conjunto de

la izquierda y, ya en concreto, para el reaparecido Lionel

Jospin la campaña es una oportunidad para pasar de la

categoría de oráculo temido a la de árbitro que decide la

legitimidad del sucesor.