« Récuperer les relations transatlantiques »

Elecciones Europeas

La Unión recupera el vínculo transatlántico

Las relaciones con Washington han mejorado desde la

crisis abierta del año pasado

BOSCO ESTERUELAS - Bruselas

EL PAÍS | Internacional - 07-06-2004

El año 1999 fue el de la vergüenza para la UE cuando la

concatenación de una serie de diferentes circunstancias causó

la caída en bloque de la Comisión Europea; 2003 fue el del

abismo, cuando la crisis de Irak abrió una seria brecha entre

lo que el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, definió la

nueva Europa y la vieja Europa, y aún más entre Washington y

Bruselas. Hoy, las heridas se van gradualmente cerrando.

Franceses y alemanes prometen no poner demasiadas pegas a la

resolución de la ONU sobre el traspaso de soberanía a los

iraquíes antes del 30 de junio y el papel de la fuerza

multinacional; hay contención en las críticas a los abusos de

militares norteamericanos en la prisión de Abu Ghraib y el

presidente Chirac no censurará la política errática de la

Administración Bush en Oriente Próximo en la cumbre del G-8,

que empieza mañana.

"Con Clinton vivíamos mejor y hasta lográbamos enmascarar

nuestras diferencias, que siempre han existido", comenta un

diplomático al repasar la política exterior de la UE durante

los últimos cuatro años y las relaciones transatlánticas. "Una

victoria de John Kerry en las elecciones presidenciales del

próximo noviembre tranquilizaría bastante el ambiente", añade.

Desde la última cumbre EE UU-UE, hace un año, se escucha en

las cancillerías que las relaciones con Washington se han

encauzado y que han sido ya completamente restañadas las

heridas entre los Veinticinco. Pero son muchos los analistas

que sostienen que las contradicciones y los intereses

nacionales afloran cuando se trata de encontrar una posición

común en cuestiones delicadas. En todo caso, se destaca como

notable la aprobación en diciembre de la primera doctrina de

seguridad de la UE elaborada por el equipo del Alto

Representante, Javier Solana.

La estrategia pone énfasis en la importancia que para la

estabilidad mundial tiene que funcionen bien las relaciones

entre europeos y norteamericanos, pero en un plano de igual a

igual. La UE apuesta por el multilateralismo y discrepa de la

teoría de la guerra preventiva de la Administración

estadounidense, aun cuando no la excluye del todo para hacer

frente a las grandes amenazas de este siglo: el terrorismo,

las armas de destrucción masiva y los llamados países

gamberros. Para la Unión, la solución del conflicto

árabe-israelí es una prioridad estratégica.

Las más flagrantes fracturas de la UE se han producido con la

guerra de Irak. La ocupación norteamericana fue apoyada

política y militarmente por Blair, Aznar y Berlusconi, así

como por los diez países de la ampliación, liderados por

Polonia. Varsovia anuncia ahora que no sólo no ampliará su

contingente una vez terminada la retirada de tropas españolas,

sino que desea repatriar a sus soldados antes de fin de año.

Franceses y españoles hablan de que haya una gran

participación árabe en la fuerza multinacional. París propone,

además, una conferencia internacional, y Berlín adelanta que

no enviará efectivos aunque suscribirá la futura resolución

del Consejo de Seguridad. Británicos e italianos siguen fieles

a lo que marque la Casa Blanca.

En el conflicto palestino-israelí hay aparentemente mayor

sintonía en estos momentos. Pero nadie va más allá de repetir

la discutible validez de la Hoja de Ruta, el plan de paz de EE

UU, UE, Rusia y la ONU y la labor de este cuarteto. Los

Veinticinco no han modificado el objetivo de la creación del

Estado palestino en 2005, pese a que el Gobierno israelí y la

Casa Blanca ya han indicado que no será factible.

En ese embrollo, los Gobiernos europeos se sienten más

satisfechos cuando afirman tener su propia estrategia para el

Mediterráneo y Oriente Próximo, que pasa prioritariamente por

el logro de la paz entre palestinos e israelíes y lejos de

imponer la cultura de las sociedades democráticas

occidentales, como quiere el presidente George W. Bush con su

iniciativa de un Gran Oriente Próximo, que abarque desde

Marruecos hasta Afganistán. Así se lo harán ver Chirac y Blair

al inquilino de la Casa Blanca en el próximo G-8.

Dos cuestiones de no menor relevancia son la iniciativa de una

política de relación privilegiada con los países fronterizos

de Europa y norte de África tras la ampliación, así como la

apuesta por Turquía. En la primera hay una concordancia

teórica, aunque existen divergencias sobre dónde poner los

límites una vez que ingresen en el futuro los países

balcánicos; en la segunda, no hay posición común. La actual

Comisión presentará en octubre un informe sobre los avances de

Turquía y los líderes deberán pronunciarse en diciembre si

abrir o no negociaciones de adhesión. No es improbable que

digan no, pero más allá de eso se entra en la nebulosa de

hasta dónde se puede llegar.