« Rupture du pacte de stabilité »

« Le pacte de stabilité n’est pas assumé »

Elecciones Europeas

REPORTAJE

El de Estabilidad, un pacto para incumplir

Trece países miembros vulneran las reglas en una u otra

medida, entre ellos las grandes potencias económicas

C. Y. - Bruselas

EL PAÍS | España - 02-06-2004

El Pacto de Estabilidad y Crecimiento fue impuesto en 1997 por

Alemania y Francia al resto de los países de la Unión Europea

como el marco legal y sancionador para que todos los países

participantes en la Unión Económica y Monetaria (UEM)

cumplieran unas férreas reglas tras asumir el euro como moneda

única.

El Pacto exige una disciplina presupuestaria a todos los

Estados de la Unión para que ningún desvío en uno de ellos

repercuta negativamente en los demás. Así, fija que el déficit

público no debe superar el 3% del PIB; la deuda pública no

pueda estar por encima del 60% del PIB; y la inflación no ha

de superar en más de un punto a la media de los tres mejores.

En una u otra medida, 13 países lo incumplen, entre ellos las

grandes potencias económicas de la Unión Europea.

El punto más importante del Pacto de Estabilidad y Crecimiento

es el relativo al déficit, porque los desequilibrios

presupuestarios de un país son los que más repercusiones

dañinas pueden causar al resto. Para evitarlos, el Pacto y el

propio Tratado de la Unión Europea prevén incluso sanciones

que van desde la puesta bajo control de la Unión de las

cuentas públicas de un país hasta sanciones económicas contra

el mismo que pueden llegar al 0,5% de su producto interior

bruto (PIB).

El primer país en incumplir el Pacto fue Portugal y sobre él

recayeron desde 2002 todo tipo de advertencias y

recomendaciones dentro de su expediente por déficit excesivo.

Pero después, en medio del estancamiento económico en Europa,

fueron Francia y Alemania los incumplidores y la historia

empezó a escribirse de otra manera cuando los expedientes

afectaron a las dos grandes potencias fundadoras de la Unión

Europea. El eje franco-alemán insistió en que el Pacto es de

Estabilidad, pero también de Crecimiento, y que el corsé del

mismo frenaba el repunte económico en Europa. Incluso el

presidente de la Comisión, Romano Prodi, declaró que el Pacto

era "estúpido".

Comenzó así en la UE un pulso aún no resuelto. De un lado,

Pedro Solbes, comisario español de Asuntos Económicos y hoy y

ministro de Economía y Hacienda, apoyado por los países

cumplidores, con España, Austria y Holanda a la cabeza. De

otro, el eje franco-alemán, apoyado por los que ya veían

problemas en el horizonte, como Italia o Reino Unido. La

primera gran batalla se registró en noviembre pasado, cuando

el segundo grupo impuso que los ministros de Finanzas (Ecofin)

dejaran en suspenso el camino de las sanciones contra Berlín y

París. La Comisión recurrió ante el Tribunal de la Unión

Europea y aún se espera el veredicto.

Desde entonces, el Pacto está en el limbo. Tanto Solbes como

su sucesor, Joaquín Almunia, se han inclinado por flexibilizar

las reglas del Pacto, su aplicación. A la vez, han insistido

en que, mientras estén ahí, las reglas están para cumplirlas.

Por eso, a Portugal, Francia y Alemania les han seguido

después como expedientados Reino Unido, Grecia, Holanda,

Italia y seis de los nuevos países que acaban de incorporarse

el 1 de mayo a la UE.

Tanto la Comisión como el Ecofin aguardan ahora el veredicto

del Tribunal de la Unión Europea y las propuestas de reforma

del Pacto que presentará Almunia. Entretanto, nadie pone en

duda que debe haber unas reglas concretas de coordinación

económica en un club con un mercado único y con una moneda

compartida por doce socios. Sobre todo cuando en ese club se

está produciendo un claro envejecimiento de la población y los

sistemas públicos de pensiones amenazan con más profundos

desequilibrios en las finanzas de los Estados.