« Ne pas dépenser pour la guerre »

NACIONAL

EDICIÓN IMPRESA - Política

Borrell acusa al PP de haber malgastado en Irak la mitad del

presupuesto de Vivienda

GONZALO LÓPEZ ALBA/

PAMPLONA. «Creo tener algún mérito, curriculum y experiencia. Si me

presentara en Europa para un puesto de trabajo, seguramente me lo

darían». Pero no se trata de eso, sino de convencer y conquistar el

voto de los electores para el 13 de junio, según admitió el propio

José Borrell, quien arrancó esta carrera en una plaza «talismán»

para él, Pamplona, donde hace seis años se lanzó a la conquista del

liderazgo en el PSOE, que arrebató, aunque por poco tiempo, a

Joaquín Almunia. En su tarjeta de presentación de ayer, como cabeza

de lista del PSOE al Parlamento Europeo, esgrimió diez años

representando al Gobierno de España en Bruselas, casi cinco años

presidiendo la Comisión Mixta Congreso-Senado para la UE y una

intensa participación en la Convención que elaboró el proyecto de

Constitución europea.

Ante estos comicios, en los que el PSOE apela a los once millones de

españoles que le votaron el 14 de marzo para que demuestren que el

suyo no fue un apoyo volátil, Borrell subrayó expresamente que

«nuestro gran adversario no es el PP, es la abstención». Frente a

este adversario esgrimió dos argumentos principales: «los españoles

no pueden permitirse quedarse en casa, ser indiferentes, porque todo

lo que nos pasa en la vida de cada día está influido por lo que se

decide en Europa»; y «no es la misma Europa según quien vaya a

hacerla, porque responde a concepciones distintas de cómo tiene que

ser el mundo».

Aznar perjudicó a España y Europa

Y aquí presentó como medular las diferentes actitudes ante la

invasión de Irak, un debate que calificó de «irrenunciable»: en

España, porque «el PP cambió a Europa por la foto de las Azores para

embarcarnos en una suicida aventura imperial», que, junto a vidas

humanas, ha costado al erario público «la bagatela» de 60.000

millones de las antiguas pesetas, «la mitad del presupuesto del

Ministerio de Vivienda»; y en Europa, porque aquella guerra

representa «el naufragio moral de Occidente ante el mundo islámico»

y es la piedra angular para determinar si Europa quiere tener

«criterios propios» o limitarse a ser «una especie de Suiza» -la

banca- o de «Atenas» -la filosofía- de EE.UU, pero «irrelevante» en

la práctica. Por ambas cosas, concluyó que «la política de Aznar ha

sido contraria a los intereses de España y de Europa».

Así, junto a la autonomía frente a EE.UU., que pasa por la

construcción de una «identidad común» europea en la política y en la

seguridad, y su fundamento «laico» -«hay que dejar a Dios en paz»-,

Borrell pone la «dimensión social» en el frontispicio de la nueva

Europa -donde hay 55 millones de pobres y 35 millones de

discapacitados-, y lo hace con dos propuestas concretas: el

establecimiento de un salario mínimo paneuropeo -fijado en términos

porcentuales, no en euros- y la supresión del requisito de

unanimidad para aprobar normas sociales, pactando unos mínimos cuyo

incumplimiento acarrearía sanciones como las que ya se aplican en

los casos del déficit público o la inflación.